La
mitología autóctona de Cantabria, desde sus orígenes más remotos y con el paso del tiempo, se ha ido entroncado con los
mitos celtas y
romanos, emparentándose en parte con
leyendas y
tradiciones del resto de la
Cornisa Cantábrica. En la mayoría de los casos su significado más profundo, trasmitido de padres a hijos a través de la
tradición oral, ha quedado diluido bien porque este se ha ido perdiendo, bien porque los escritores clásicos nos la han trasmitido cercenadamente al no recoger toda la riqueza y mentalidad popular, fijándose únicamente en los
cultos y
divinidades que guardaban semejanza con los suyos. Por otro lado la romanización en un primer momento y la incursión del
cristianismo posteriormente han ido transformando el sentido y representación de estos ritos
paganos, alcanzándose en muchos casos un
sincretismo religioso.
El culto al
fuego siempre ha estado presente en la mitología.
Aun así, todavía se conservan en el pueblo
cántabro apólogos y leyendas con una mayor componente
ritual o de comportamiento que como
relatos significativos.
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